Nunca podremos olvidar el dolor. Jamás. Quién no ha tenido un dolor alguna vez en su vida? El dolor es parte de nuestras vidas. No valen las excusas. No valen los planteamientos de que tenemos un umbral del dolor alto o uno bajo. No. Si eres de raza negra con un umbral bajo para el dolor con seguridad lo manifestarás. De qué manera! Si eres de raza blanca con un umbral alto para el dolor lo sentirás. También lo sentirás y de qué manera! Si eres de raza amarilla o indígena de Suramérica con un umbral superalto para el dolor también lo sentirás. Y por mucha estoicidad siempre lo manifestarás. Tú corazón se acelera, tus pupilas se dilatan, tus glándulas sudoríparas sudarán, tu boca se secará, y tu cuerpo se sentirá mal, muy mal.
El desarrollo de la medicina occidental se ha debido en parte al dolor. Todos nosotros queremos estar exentos de dolor. Esos dolores no deben vivir con nosotros. No hablo de los dolores por un amor no correspondido, aunque un amor no correspondido puede producir un sinnúmero de situaciónes que te producen dolor. Me refiero a los dolores por enfermedad. Estos podemos y debemos tratarlos. Los otros también, naturalmente. Porque no hay dolor más violento que el dolor por un amor no correspondido.
Cuando hablo de DEBEMOS somos el paciente, la persona que siente el dolor, que sufre, y el médico que está para ayudarlo a superarlo. Si, para ayudar al paciente a vencer su dolor de él. No es que el médico le quita el dolor. No. Es que el médico coloca un impulso –medicamentos, acupuntura, masajes, procaína, etc- que ”gatilla” una respuesta en el organismo del paciente para que él mismo se cure, busque la causa de sus desarmonías, las enfrente y las venza o controle. Y si no puede que aprenda a vivir su vida en permanente incertidumbre.
Por ello, el ser que siente dolor lo manifiesta con un solo idioma. El del sufrimiento. El que sufre lo manifiesta de muchas maneras. Ansiedad. Preocupación. Miedo a la muerte. Todas ellas lenguajes del sufrimiento. Un sólo idioma y varios lenguajes. No importa que seas africano, chino, indio, europeo, norteamericano, o latinoamericano. Todos hablan el idioma del sufrimiento cuando tienen un dolor.
El médico tiene como imperativo moral el ayudar a su paciente a superar sus problemas. No es que él vaya a solucionárselos. No. Así como no puede solucionar los problemas económicos del paciente que le ha producido una depresión, así tampoco puede solucionar el dolor del paciente. Sólo ayudará en la medida en que su pensamiento objetivo y subjetivo busca caminos junto al paciente para la solución de los problemas del paciente.
Y las formas son múltiples, a veces complejas y complicadas. Un medicamento. Una aguja de acupuntura. Unas gotas homeopáticas. Una aguja y procaína en terapia neural. Un masaje. Unas palabras amables. Una comprensión. Cuando la comunión entre el paciente y el médico se da un gran porcentaje del camino de curación se ha producido. Lo demás lo hará el paciente. Él solo seguirá su camino por la vida y por la muerte. Como también lo hace el propio médico.
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